Rompiendo con el convencionalismo.

Mujer mayor mirando una foto que rompe con el convencionalismo en los mandatos familiares. Psicología de adultosEstamos tan acostumbrados por tradición, por cultura, por experiencia, a que los miembros de una misma familia se lleven bien, que cuando esto no es así, se nos viene el mundo abajo.

Tradicionalmente, las familias estaban estructuradas en base a un papá, una mamá, unos hijos, abuelos…y en ellas unos cuidaban de otros, tenían preocupaciones, dificultades, buenos momentos, afrontaban los problemas en “unión”….y al final todos se llevaban bien (eran felices y comían perdices).

Pero la realidad es otra y ¿qué pasa cuando esto no es así? Cuando no son felices, tienen disputas, se pelean, dejan de hablarse y se reconcilian o no después de muchos años de silencio? Pues lo mismo que siempre, sólo que a día de hoy, cuando no te lo cuentan, sino que es a ti a quien le ocurre, vale más la pena aceptar que no por ser mi … (hermana, prima, padre…) obligatoriamente nos tenemos que llevar bien.

Porque, ¿dónde está escrito que, porque estemos hablando de mi hermana (padre, madre, hijo…) “tengo que llevarme bien sí o sí”? la respuesta…ya la puedes suponer…”en ningún sitio”. Y es que, los convencionalismos de que la familia “obligatoriamente” se lleva bien, están para romperse (si es que toca hacerlo) y sufrir menos siendo conscientes de que la realidad supera a la ficción y que, aunque duela, también dentro de los miembros de una misma familia, las cosas no son como nos gustarían… o si?

La llegada de un hermanito y los celos del hermano mayor.

Warm ‘n Fuzzy / Stock Photos

Cuando pensamos en un niño celoso, a todos nos viene a la mente la imagen de un niño llorando, portándose mal, y generando muchas tensiones en el entorno familiar.  De modo que los celos los solemos anticipar como algo negativo, que va a perturbar (además de la llegada del nuevo hermano, que ya es un cambio importante por sí mismo) la paz familiar…

Esto no es así del todo, lo que ocurre en realidad, es que cuando un niño PERCIBE cambios en su entorno, ya sea por la llegada de un hermanito, por la cercanía de nuevas compañías, o cambios de otra índole, en las que CREE que sus privilegios se pueden ver afectados, trata, con los medios de los que dispone, de defenderlos para conservarlos.

Con esto pues, se trata de que intentemos generar un cambio de actitud en la idea que tenemos con respecto a los celos y los veamos como un proceso de cambio ambiental, ante el cual el niño está reaccionando (lo que significa que es consciente de ese cambio) y trata de adaptarse. Esto es lo adecuado cada vez que se produzcan estos hechos. Lo que además significa que los celos no sólo son buenos sino que, si no se dieran, el proceso de adaptación del niño estaría siendo inadecuado.

De modo que, los celos son funcionales: tienen la función de permitir que el niño se adapte a los cambios y consiga evolucionar con ellos.

Pero los celos también tienen otras funciones:
–    mostrarnos que la situación de exclusividad ha cambiado
–    nos aportan experiencia en las relaciones sociales
–    ayudan a adquirir compromisos, disminuyen el egocentrismo infantil
–    a compartir objetos y afecto, y
–    a comprender que el amor compartido no significa menos amor.

Los celos que nos han de preocupar:
Cuando el comportamiento del niño pasa de ser un cierto recelo ante la protección de sus privilegios a conductas de rabietas elevadas, pegar al otro hermano, y sobre todo esconder ese comportamiento ante los padres (sobre todo si se castiga el comportamiento celoso) y dar la conducta a espaldas de estos, hay que andar con ojo, por que no sabemos hasta dónde pueden llegar.

Antes de llegar a este punto, mejor, buscar ayuda.

Cuantas más teles en casa…menos sexo.

Miguel Pires da Rosa / Free Photos

En las relaciones estables de pareja, el sexo es uno de los pilares fundamentales (además de la comunicación y el intercambio de refuerzo positivo) sin olvidar, indiscutiblemente, el amor.

Eso, todos lo sabemos…o al menos lo sabíamos o campanas hemos oído, por que, ¿qué ocurre cuando una relación estable se estabiliza? (valga la redundancia), pues que nos ponemos a ver la tele.

Sí, la tele, en detrimento del tiempo compartido, de las conversaciones, de las caricias, incluso de las discusiones por llegar a un punto en común…también del sexo.

Y es que, cuantas más teles hay en casa, menos sexo se practica. Cuando una relación de pareja funciona, el sexo es bueno. La pareja se permite tiempo para el disfrute, para el intercambio de positivo entre ellos, resuelven, hablan, se miran, se tocan y se besan.

Cuando en consulta una pareja comenta que las cosas no funcionan en la relación (y tampoco a nivel sexual, que suele ser un medidor importante de la calidad de la relación en ese momento) podríamos preguntarnos cuántas teles tienen en casa….si la respuesta es igual o mayor al número que habitantes del hogar…ya sabéis, al final cada uno en una habitación viendo “su” programa favorito (que no suele ser el de su pareja) y después, a la cama: pero a dormir.

Así que, chicos y chicas negociad los programas de la tele y verlos junto a vuestra pareja (no es necesario que sean todos, pero sí la mayoría) y después, a la cama, pero juntos…y de vez en cuando, revueltos.

En busca de la felicidad.

En busca de la felicidad...
En busca de la felicidad…

¿Qué es la felicidad?

En realidad, yo no lo tengo tan claro, quizá sea tener el coche que me gusta, sentirme integrado entre mis amigos, saber que mi pareja me quiere (y vamos a seguir juntos siempre), tener el trabajo que siempre he soñado, poder viajar….

No lo sé, supongo que, para cada persona es algo diferente, aquello para lo que se nos ha “entrenado” a perseguir, nuestros sueños…o nuestras necesidades.

Lo que sí tengo claro es que hay mucha gente, demasiada, que no se siente satisfecha con su vida, que se fija constantemente en los fracasos del pasado anticipando lo que no va a conseguir en el futuro (desde un punto de vista irracional, por supuesto), dejando pasar por alto lo que hoy tiene en su vida, sin valorarlo ni hacer esfuerzos por conservar.

En consulta, habitualmente suelo discutir con mis pacientes acerca de esta palabra: NECESIDADES.

Porque lo que suelo ver es que las personas buscamos la felicidad en cosas que, a la larga, no nos aportan más que un pequeño parche (“qué bien, lo he conseguido, bueno ahora a por el siguiente nivel”) para seguir pensando que no estamos a gusto con nosotros mismos (“nunca conseguiré…”), que no tenemos lo que necesitamos (sin atender lo que nos conviene) y que nunca lograremos esa felicidad que atribuimos a elementos ajenos a nosotros.

Y esto, ¿cómo se entiende? Pues porque nunca tenemos suficiente, hemos convertido los deseos en necesidades, y los argumentos que nos dábamos antes para animarnos a luchar y conseguir superarnos se han convertido en órdenes, imposiciones que nos alejan cada vez más de nuestras metas poco realistas. Ya no disfruto intentando aprobar, ahora “tengo que sacar nota”, ya no me lo paso bien cocinando, ahora “necesito quedar bien con esta comida ante mi familia”, ya no aprendo de mis intentos fallidos, sino que “no soporto el fracaso”.

De modo que, ¿cómo voy a lograr ser feliz si he convertido lo que es un “me gustaría” en un “no soporto”?

Así que, chicos y chicas…os animo a que restructuréis vuestras prioridades en la vida, seáis realistas de acuerdo a vuestras habilidades y limitaciones y os planteéis si de verdad vale la pena seguir angustiándoos por lo que no tenéis mientras favorecéis perder lo que habéis conseguido.

«Es Navidad y tú ya no estás»

.Andi. / Free Photos

         Desde el momento en que perdemos a esa persona tan especial en nuestra vida iniciamos un proceso de duelo y eso conlleva muchos cambios emocionales, sobre todo sentirnos muy tristes, pero cuando llega la navidad los sentimientos negativos se agudizan mucho más.

          La navidad, esa época en la que las familias y los amigos se reúnen para comer, compartir, regalar…ser más felices de lo habitual, es también época de más dolor. Dolor para todos aquellos que han perdido a un ser querido: un familiar…un amigo…compañero de trabajo…Todos tenemos a alguien que ya no está y durante estos días, se nota aún más (si cabe)  su ausencia.

             Tradicionalmente hemos ido aprendiendo rituales para celebrar la navidad, se nos enseña desde pequeños, pero sólo se nos enseña la parte positiva, aquella que no entiende de pérdidas, de dificultades, de ausencias…

           ¿Qué ocurre cuando falta esa persona tan especial que hace que nuestra vida ya nunca vuelva a ser la misma…?

                Pues que también nos conviene aprender.

         Vamos a ver algunas ideas que nos asaltan y cómo podríamos hacerlas más llevaderas:

                               “No me apetece celebrar nada”

                               “Si disfruto de estos días igual es que ya no me importa su ausencia”

                               “No quiero decorar la casa”

                               “¿Por qué todo el mundo está contento?”

                               “Qué asco de navidad”

                               “¿Es que ya nadie se acuerda de que esa persona ya no está?”

                               “No soporto que me digan más veces que debo continuar adelante”

                               “Nadie me entiende”

                               “Quiero dormirme y despertar cuando la navidad haya pasado”

                               “No puedo con esto, es demasiado duro estar sin ti…”

            Esto es lo que pensamos, pero ¿qué podemos hacer, sobre todo en Navidad, para intentar llevarlo lo “menos mal” posible?

                 -No se trata de hacer como si no pasara nada, sino, afrontar con la mayor             naturalidad posible que este año va a haber ausencia de esa persona que antes compartía la vida con nosotros.

                  -Hablar con normalidad de lo que le gustaba hacer estos días especiales.

                  -Adornar la casa, aunque estemos más tristes al recordar la Navidad anterior.

               -No dejar el espacio de la silla vacía, reordenar el espacio en la mesa durante la celebración y dejar sitio para las nuevas generaciones, y si no las hay, dar más espacio a cada comensal.

                  -Expresar pensamientos y emociones durante la cena/comida. Que a nadie le de miedo hablar/llorar por si esto hace que los demás se acuerden: a nadie se le ha olvidado y seguro que, una vez expresado, la cena se hará más llevadera.

                 -No es necesario que nos lo pasemos genial, será poco probable, no necesitamos forzar a nadie a reírse, con que más o menos lo lleve, ya será un gran paso.

                   -Sobre todo, tratar de no eliminar ninguna de las partes de la celebración: si a los niños les apetece poner villancicos, se siguen poniendo, si quieren bailar, se sigue bailando…aunque nos duela demasiado…ya es suficientemente duro sin su presencia para que además hagamos perder la ilusión a los que aún la tienen.