La muerte es lo único en la vida que es seguro, pero desde siempre ha sido un tema tabú.
¿Por qué no estamos preparados para la muerte de nuestros seres queridos? ¿Y para nuestra propia muerte?
Siempre creemos que la muerte es lo que les pasa a los demás. Evitamos hablar del tema, se nos ponen los pelos de punta…pero la muerte llega.
Hasta hace unas décadas, la gente moría en casa, los vecinos se reunían para acompañar al moribundo y los familiares en los últimos momentos. La muerte era una conocida, más cotidiana de lo que se quería, pero se aceptaba con más naturalidad. Desde hace unos años, el avance de la medicina nos ha facilitado mucho la vida, ha disminuido el dolor de las enfermedades y ha hecho grandes cambios en la calidad de vida de los enfermos y con esto, también se ha modificado el concepto de muerte, ha hecho que la muerte sea entendida como un fracaso del ser humano, se ha institucionalizado, las personas ya no mueren en casa, ahora los pacientes mueren en una habitación de hospital, con régimen de visitas.
Y aún seguimos preguntándonos por qué no estamos preparados para la muerte.
Los dolientes que han perdido un familiar comienzan su duelo en una sala de espera de hospital, reciben todo tipo de mensajes de las personas que los acompañan, “ya ha descansado”, “la vida sigue”, “te acompaño en el sentimiento”, “debes ser fuerte”…. Y unos días después, la vida sigue para todos menos para esas personas que han iniciado un proceso de duelo y que empiezan una nueva, difícil, desconocida y dolorosa etapa de su vida.
Para ellos. Educar para la muerte es educar para la vida.