Desde el momento en que perdemos a esa persona tan especial en nuestra vida iniciamos un proceso de duelo y eso conlleva muchos cambios emocionales, sobre todo sentirnos muy tristes, pero cuando llega la navidad los sentimientos negativos se agudizan mucho más.
La navidad, esa época en la que las familias y los amigos se reúnen para comer, compartir, regalar…ser más felices de lo habitual, es también época de más dolor. Dolor para todos aquellos que han perdido a un ser querido: un familiar…un amigo…compañero de trabajo…Todos tenemos a alguien que ya no está y durante estos días, se nota aún más (si cabe) su ausencia.
Tradicionalmente hemos ido aprendiendo rituales para celebrar la navidad, se nos enseña desde pequeños, pero sólo se nos enseña la parte positiva, aquella que no entiende de pérdidas, de dificultades, de ausencias…
¿Qué ocurre cuando falta esa persona tan especial que hace que nuestra vida ya nunca vuelva a ser la misma…?
Pues que también nos conviene aprender.
Vamos a ver algunas ideas que nos asaltan y cómo podríamos hacerlas más llevaderas:
“No me apetece celebrar nada”
“Si disfruto de estos días igual es que ya no me importa su ausencia”
“No quiero decorar la casa”
“¿Por qué todo el mundo está contento?”
“Qué asco de navidad”
“¿Es que ya nadie se acuerda de que esa persona ya no está?”
“No soporto que me digan más veces que debo continuar adelante”
“Nadie me entiende”
“Quiero dormirme y despertar cuando la navidad haya pasado”
“No puedo con esto, es demasiado duro estar sin ti…”
Esto es lo que pensamos, pero ¿qué podemos hacer, sobre todo en Navidad, para intentar llevarlo lo “menos mal” posible?
-No se trata de hacer como si no pasara nada, sino, afrontar con la mayor naturalidad posible que este año va a haber ausencia de esa persona que antes compartía la vida con nosotros.
-Hablar con normalidad de lo que le gustaba hacer estos días especiales.
-Adornar la casa, aunque estemos más tristes al recordar la Navidad anterior.
-No dejar el espacio de la silla vacía, reordenar el espacio en la mesa durante la celebración y dejar sitio para las nuevas generaciones, y si no las hay, dar más espacio a cada comensal.
-Expresar pensamientos y emociones durante la cena/comida. Que a nadie le de miedo hablar/llorar por si esto hace que los demás se acuerden: a nadie se le ha olvidado y seguro que, una vez expresado, la cena se hará más llevadera.
-No es necesario que nos lo pasemos genial, será poco probable, no necesitamos forzar a nadie a reírse, con que más o menos lo lleve, ya será un gran paso.
-Sobre todo, tratar de no eliminar ninguna de las partes de la celebración: si a los niños les apetece poner villancicos, se siguen poniendo, si quieren bailar, se sigue bailando…aunque nos duela demasiado…ya es suficientemente duro sin su presencia para que además hagamos perder la ilusión a los que aún la tienen.
Pilar Solana Muñoz. Psicóloga Clínica.