Alguna vez te habrá ocurrido tener a alguna persona cercana que tiene ese “punto-rarito-de-ser” que puede incluso resultarte desagradable.
Ese amigo/amiga, que ha estado ahí siempre y nunca has llegado a conocer del todo. Sobre todo por que parece más antipático que otra cosa, y la verdad es que no dejas de tener contacto con él, porque cuando menos te lo esperas y otros te han dejado colgado…esa persona sigue ah: apoyándote, ayudándote, ofreciéndote sus recursos para que sigas adelante.
Pero te sigue resultando…”rarito”. Pues bien, alguna vez, en vez pensar en que es un antipático, te has parado a pensar que tal vez sea tímido…???
Y qué tendrá que ver la timidez con la antipatía, te preguntarás…pues es fácil: nada.
Por antipáticas “tenemos” a las personas que no reaccionan exactamente como a nosotros nos gustaría, que se mantienen bastante al margen de determinadas conversaciones, que reaccionan mal cuando se les gasta una broma, que no suelen tomar determinadas iniciativas cuando los demás los “machacamos”, que muchas veces prefieren no salir, que cuando hablan lo hacen de manera muy sería y casi (diría yo) un pelín agresiva… pero es que , todo esto, muchísimas veces está relacionado con la timidez.
Las personas tímidas se ponen muy tensas cuando tienen que interaccionar a nivel social, les preocupa en exceso (y de forma irracional) lo que otros piensen sobre ellos, se les acelera el pulso sobremanera cuando los demás ponen sus ojos sobre ellos esperando una respuesta, se pasan mucho tiempo pensando lo que “toca o no toca” decir para que los demás los acepten….y esto, señores…cansa
Les cansa emocionalmente hasta el punto de ser más vulnerables que otras personas, de estar más tensas (y a la defensiva) ante determinados comentarios, de reir las gracias de otros solo porque se creen más graciosos, de sentirse rechazados…por tener un comportamiento que, simplemente por desconocimiento, no entendemos.
Pilar Solana Muñoz. Psicóloga Clínica.