La idea que nos vamos haciendo acerca de cualquier persona define la relación que tendremos con ella.
Si una persona nos cae mal, porque no nos gusta cómo actúa y no cumple las expectativas que nosotros nos habíamos hecho, entonces nuestra relación con ella será “desagradable”, inadecuada, poco cercana, no empática, intolerante….y probablemente no le daremos otra oportunidad.
Si por el contrario tenemos una actitud positiva hacia otra persona, la miraremos de forma que casi cualquier cosa que haga nos guste, de modo que en nuestra interacción estaremos más abiertos al diálogo y la relación con ella será más fructífera.
Lo mismo ocurre con la visión que tenemos acerca de nosotros mismos, es decir, nuestra autoestima:
– Si me considero una persona “apta”, que se ajusta a la idea que tengo de lo que “yo espero de mí”, seguramente me sentiré a gusto conmigo, me relacionaré mejor con los demás, valoraré de forma funcional los proyectos que tenga en marcha y mi vida cotidiana será más fácil. En definitiva, seré más feliz.
– Si, por otro lado, pienso de mi que no me ajusto a “lo normal”, que “soy raro”, que “los demás esperan de mi….y tengo que hacerlo para gustarles”, la relación conmigo tendrá un halo de desprecio hacia mí y mis pensamientos, mis sensaciones, mis emociones y mis conductas irán en una línea de no funcionalidad. De modo que me generará perturbación y descontrol emocional.
Además, la autoestima está estrechamente relacionada con el trato que cada uno de nosotros tiene con los demás: una persona con buena autoestima, se sentirá más seguro en su relación con los demás y establecerá relaciones adecuadas con el entorno. Se sentirá satisfecho. ASERTIVO.
Una persona con baja autoestima, se sentirá en desventaja con su entorno y, dependiendo del aprendizaje, evidentemente previo, establecerá relaciones disfuncionales: se comportará de forma PASIVA («me sabe mal», «no quiero que se enfade», «mejor me callo») o de forma AGRESIVA («no soporto a esta gente», «pero de qué va», «qué se ha creido»), que en definitiva, son perjudiciales.
Lo importante es saber que a tener una buena autoestima también se aprende.
Pilar Solana Muñoz. Psicóloga Clínica.