«El Juego del Calamar” se ha convertido en poco tiempo en la serie más vista de la historia de Netflix y la que más controversia está generando a nivel mundial.
La estética de la película contiene los ingredientes necesarios para atrapar al espectador desde el inicio mediante una trama que nos acerca a los personajes y a sus problemáticas económicas. Su situación desesperada les lleva a participar en un juego que puede cambiarles la vida radicalmente y convertirles en millonarios.
Y aquí empieza la controversia. La competición consiste en una serie de juegos infantiles de origen coreano pero que conocemos bien en nuestra cultura, que nos conectan directamente con nuestra propia infancia. Sin embargo, la nostalgia da un giro radical cuando fuera de cualquier forma ética, el guión transforma la inocencia de los juegos infantiles a una forma macabra y violenta que exprime los límites del ser humano. Así es, solo puede ganar un jugador, “vivir o morir” y la lucha por la supervivencia inaugura la masacre.
El furor mediático ha llevado a que los más pequeños también muestren su curiosidad al respecto quienes no han tardado en copiar los desafíos del juego y unirse al movimiento social en los patios de los colegios causando múltiples reacciones sociales.
Dado el contenido de la misma – violencia gráfica, abusos, suicidio, violencia hacia la mujer, machismo, traición y otros problemas sociales-, se considera de vital importancia ejercer los controles parentales oportunos y contemplar la idea de que, no solamente se trata de que el niño/a o adolescente entienda y diferencie entre lo real y la ficción, si no de que su cerebro está en pleno desarrollo. Aprenden de las experiencias que viven, aprenden por imitación y modelado y la exposición a material violento sin duda puede tener grandes repercusiones en ellos/as.
Irene Máñez
Psicóloga General Sanitaria
CV-11362
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