
La envidia es uno de los sentimientos más comunes entre los seres humanos: vemos a los demás contentos, felices, sin problemas y sacamos conclusiones erróneas al pensar que tal o cual cosa que tienen son las causantes de su bienestar. Así que queremos lo mismo: ser felices.
Vivimos en sociedad y eso hacemos que tomemos modelos de otros para aprender, para saber qué se lleva este otoño, cómo ser más agradable con los demás…etc.
El problema es cuando aparece sufrimiento porque deseamos lo que el otro tiene. Es decir: no es que tomemos como modelo a otra persona para esforzarnos y conseguir ser felices (a nuestra manera…con nuestro estilo…a nuestro ritmo…) sino que sentimos envidia, sufrimos y hacemos daño a los demás.
La envidia hace que suframos, sí, pero también nos coloca en un plano de insatisfacción y de queja permanente. El que sufre la envidia se siente víctima y ve al otro como una amenaza, como si sólo hubiera un primer puesto para ser feliz y éste hubiera llegado el primero a la meta.
La envidia nace de la creencia errónea de que nunca tendrás lo que el otro tiene (y por supuesto lo valoras más que lo propio).
Provoca sentimientos muy dolorosos ((aunque evitables)) tales como dolor, enfado, ira, tristeza, celos, resentimiento, rencor.
Centramos demasiada atención a “seguir” el curso de vida de estas personas a las que envidiamos y perdemos el rumbo de nuestras propias vidas, desenfocándonos de nuestros objetivos personales y por lo tanto alejándonos cada vez más de sentirnos bien con nuestros logros, porque si los conseguimos nunca los valoramos tanto como si fueran los logros del otro, y por que además, la mayoría de las veces…perdemos el objetivo y no conseguimos el resultado.
Pero cuando la envidia se convierte en patológica es cuando además se pretende “destruir” al otro. La destrucción puede venir a través de la persecución abierta, de la mentira, de la descalificación…pero el objetivo será siempre el mismo: que dejes de brillar.
Aunque este comportamiento sólo servirá de nuevo para perder nuestro objetivo y cada vez estar más lejos de nuestra satisfacción personal. Así sólo continuamos sufriendo y bajando nuestra autoestima.
LA ENVIDIA AFECTA A CUALQUIER PERSONA QUE NO ESTÁ ENFOCADO EN SU PROPIA VIDA Y EN SUS METAS.
De modo que:
– Si tienes envidia, céntrate en ti, mejora tu autoestima, focaliza en tus objetivos y planificate para conseguirlos. Pide ayuda si es necesario.
– Si eres objeto de envidia, es su problema, no el tuyo. Si no es una persona importante en tu vida, trata de alejarte de esa persona y así evitarás tenerte que enfrentar a situaciones desagradables. Si es importante en tu vida, intenta hablar con ella y que busque ayuda. Seguro que está sufriendo en silencio.
Pilar Solana Muñoz. Psicóloga Clínica.