Cuando un hijo llega al seno familiar se plantean muchísimas dudas, sobre todo con respecto a “si sabremos cuidar de él”, pero a medida que va creciendo, no sólo nos importa, por supuesto, su salud, sino, la salud emocional de la familia.
Empiezan a crecer y con ellos, los problemas. “Con lo fácil que parece cuando son otros los que educan!!” Pero eso de las rabietas, de poner límites… ”dónde está el libro de instrucciones?” por que, “los niños vienen con un pan debajo del brazo, pero las instrucciones vienen en otro idioma (si es que las traen!!)”.
Y es que, además de lo complicado que es, no sabemos cuándo empezar, ni cómo. Llegamos cansados de trabajar, además quedan las tareas del hogar, el cuidado del niño y su “formación” como personita. Sí, su formación, porque no nos olvidemos…los padres, principales educadores de nuestros hijos somos “formadores de adultos”. Y por eso, precisamente, toca poner límites.
Los límites, como así gusta denominar a las normas, suponen mucho desgaste de energía para los padres, por que si se inician, es interesante que se lleven a cabo de forma adecuada. Y son importantes tanto para el hijo como para los padres, en definitiva, para que haya una dinámica familiar saludable:
– Los niños nacen sin instrucciones incluso para funcionar ellos mismo, de modo que si les vamos enseñando por dónde pueden ir y la forma en la que se pueden desenvolver, les estaremos ayudando a ganar confianza.
– El niño desarrollará también la sensación de protección por parte de los padres si los ve con más fuerza y determinación que él, vaya, que es mejor que no se salga siempre con la suya y vean que nos ponemos serios.
– El niño estará aprendiendo cómo reaccionan los padres y de esta forma sabrá por donde sí y por donde no puede moverse y actuar.
– El niño estará desarrollando sus estrategias de afrontamiento a la frustración cuando vaya viendo que no siempre se va a salir con la suya. Y como yo les digo a los padres, esta es una de las mejores herramientas que podemos dar a nuestros hijos: cuando ahora piden una chuche y activan una rabieta para conseguirla, en definitiva “no pasa nada” si se la damos…pero como no siempre vamos a estar ahí para darles lo que quieran (cuando no los acepten en un grupo social, suspendan una asignatura, no los seleccionen en un trabajo…) es mejor que aprendan de sus primeras “pérdidas” pequeñitas y vayan desarrollándose como personas con actitudes saludables de afrontamiento.
Cuando lleguen a entenderlo, te lo agradecerán…y si no es así, tú tendrás tu conciencia de padre/madre tranquila. Habrás hecho lo mejor para ellos.