El burnout: la historia de alguien que podría ser tú

A Alicia le encantaba su trabajo. Al principio, la emoción de los nuevos proyectos y el reconocimiento de su empresa la impulsaban a darlo todo. Pero, con el tiempo, esa emoción se convirtió en todo lo contrario.

Cada mañana, la alarma de su móvil sonaba y lo primero que sentía era cansancio, sus pensamientos negativos se activaban y la actitud negativa marcaba sus primeros segundos de día. No era el típico sueño que desaparece con ese primer café de la mañana, sino un agotamiento profundo, como si su cuerpo pesara el doble. «Es solo una mala racha», se decía. Pero los días pasaban y nada mejoraba.

Empezó a notar que cada correo en su bandeja de entrada le generaba ansiedad, que cada reunión en el trabajo era un esfuerzo titánico. En el espejo, su reflejo le devolvía una mirada apagada, caída, triste… Lo que antes le motivaba ahora le daba igual. Se sorprendía a sí misma suspirando de frustración o respondiendo con desgana. «¿Qué más da lo que haga,  si nada cambia?», pensaba.

El fin de semana llegaba y en vez de disfrutarlo, solo quería aislarse. Era su momento, ese que antes usaba para desconectar del trabajo y conectar con sus hobbies, ahora solo quería desaparecer, esconderse en cualquier rincón para no tener nada que ver con nadie de su entorno. Ni siquiera el descanso le servía: dormir no la reponía, y cualquier plan social se sentía como una tarea más en su interminable lista de pendientes.

Hasta que un día, su cuerpo dijo “basta”. Un ataque de ansiedad en la oficina la obligó a parar. Y ahí, entre respiraciones entrecortadas y lágrimas contenidas, entendió que lo que tenía no era solo estrés.

¿Cómo llegó hasta ahí?

El burnout no llega de golpe. Se va instalando poco a poco, casi sin que te des cuenta. Alicia no trabajaba más horas que antes, pero la sensación de no tener el control la desgastaba. No importaba cuánto se esforzara, siempre parecía insuficiente. Su jefe rara vez reconocía su trabajo y, aunque amaba lo que hacía, ya no veía el propósito en ello.

Se culpó por no controlar mejor la presión, por no ser más fuerte. Hasta que entendió que el problema no era ella, sino el ritmo de vida que había adquirido, y la gran pérdida de control contra la que estaba luchando. 

¿Cómo salió del burnout?

Lo primero que se le planteó fue bajar el ritmo. No fue fácil, porque la culpa la asaltaba cada vez que intentaba frenar. Pero entendió que su bienestar debía estae en la lista de los “no negociables”.

Luego, aprendió a poner límites. Dijo “no” a tareas que no le correspondían, dejó de atender llamadas fuera de horario y se permitió descansar sin sentir que debía ganárselo, evidentemente, al principio fue un gran esfuerzo, pero sabía que se lo debía a su salud.

También buscó apoyo. Primero en amigos, luego en terapia. Porque aprender a pedir ayuda fue una de las lecciones más difíciles, pero también la más importante.

Poco a poco, Alicia volvió a sentirse ella misma. Redescubrió el placer de leer sin prisas, de caminar sin destino, de disfrutar el presente sin la sombra de la productividad acechando.

Si te ves reflejado en Alicia, escúchate. No estás fallando, solo necesitas parar. No estás aquí para aguantar hasta romperte. Estás aquí para vivir.

¿Has sentido algo parecido? ¿Cómo lo manejaste? Te leo en los comentarios.

«ATTITUDE»: La academia de psicología femenina online de Alma Psicología.

¿Cuánto tiempo llevas esperando para ser tu prioridad?

Sabemos que no es fácil. Durante años, has dado lo mejor de ti a los demás: tu trabajo, tu familia, tus relaciones. Y, en ese proceso, te has dejado en último lugar. Has sentido el vacío de no escucharte, de no cuidarte y de no ser fiel a lo que realmente necesitas.

En Attitude, hemos creado un espacio para mujeres como tú:
✨ Mujeres que saben que merecen más, pero que a menudo han tenido que esperar.
✨ Mujeres listas para elegir un camino distinto: el de priorizarse, crecer y transformar su vida.

No necesitas esperar más. Este es tu momento. Este es tu lugar. 💛

Esto no es solo una decisión; es un acto de valentía.

Es mirarte al espejo y decir, con todo el amor y la fuerza que llevas dentro:

✨ “Soy digna de cuidado, amor y respeto.”
✨ “Merezco tiempo y espacio para crecer y florecer.”
✨ “Estoy lista para soltar lo que me limita y avanzar hacia la vida que realmente quiero.”

¿Postureo… o Necesidad de Aprobación?

Postureo
Sonríe a la cámara

¡A tope de postureo! #felicidad y muchos filtros.

Las redes sociales forman parte de nuestro día a día. Nuestra vida social está vinculada a plataformas sociales y más todavía, en tiempos de virus. Así, conceptos como “hashtag” e “influencers”  forman ya parte de nuestra jerga habitual.

Parejas que gritan a los cuatro vientos lo enamorados que están y que no pueden vivir el uno sin el otro, “selfies” en “todas” las partes del mundo, ocio y diversión asegurada, frases de autoayuda aportando lecciones importantes de vida, sonrisas perfectas que esconden algún que otro “filtro”. ¿Acaso mi vida es muy aburrida y no tengo nada que ofrecer? ¿Por qué todos tienen una mejor vida social que yo?

Pasamos horas y horas curioseando “perfiles” ajenos y nos compadecemos de no tener vidas tan fantásticas, de no haber experimentado tantas emociones ni haber encontrado todavía el amor verdadero. En ocasiones aparece la melancolía, tal vez el enfado, otras la envidia. Sentimos que el mundo nos debe algo, que algo estamos haciendo mal. Solo vemos “stories” de momentos maravillosos, buenas noticias,… y así es inevitable compararnos y deprimirnos. ¿Tal vez soy una víctima de la sociedad? ¿Igual trabajo demasiado? ¿Qué estoy haciendo mal?

Tú que sabes muy bien cómo funcionan estas cosas, no puedes olvidar…  que la realidad en redes sociales viene maquillada mediante muchos “filtros”. Mostramos nuestra mejor cara, nuestra mejor sonrisa y el mejor posado, si puede ser “robado”, mejor. ¡A tope de postureo! ¡Nada queda al azar! Mostramos sólo aquello que queremos enseñar.

Capturamos momentos en una foto, instantes de nuestra vida y necesitamos que sean los mejores… para que todos/as lo vean. Necesitamos “likes” y “comentarios”. ¡Que nos suban los followers! Y eso, nos aporta bienestar, refuerzan nuestra autoestima. ¿Pero muestran la realidad? ¿Son realmente tan maravillosas nuestras vidas como reflejan nuestros “perfiles”

La realidad es que todos/as tenemos días malos y no existe el estado de bienestar máximo las 24 horas del día. Tenemos momentos de agobio, de bajón, de tristeza. La vida está repleta de emociones positivas y negativas, y no podemos obviar las segundas, pues nos enseñan y nos hacen valorar más los buenos momentos. 

Nadie tiene una vida absolutamente perfecta.

Nuestra felicidad no puede depender de una suma de “me gustas” y un balance de “seguidores”.

A veces, gastar tu tiempo para inmortalizar momentos determinados te resta disfrutar de los pequeños instantes de la vida. Tal vez, pasar tantas horas “conectados/as” nos aleja de ser más conscientes de los placeres de la vida y nos convierte en meros espectadores de nuestro propio “perfil”. Tal vez los “filtros” nos alejan de nosotros/as mismos/as. 

Y tú, ¿cuánto tiempo de tu vida estás en línea?  ¿Estás conectado/a con tu vida?  #Conecta(T)

irene Máñez Benedicto

Psicóloga General Sanitaria CV-11.362

almapsicologia.com

¡No soy capaz!

No soy capaz

Cuando queremos algo con mucha fuerza no podemos evitar que nos invada el miedo a fallar en el intento. Aunque a veces este temor nos motiva para continuar, otras veces puede vencernos y apoderarse de nosotros. Aparecen las dudas, el malestar, “¿Y si no puedo?”, “¿Tanto esfuerzo para qué? Y si vuelvo a fracasar”, “¿Para qué volver a intentarlo?”. Justo en ese momento, el sentimiento de fracaso nos invade. Nos paraliza, nos estanca, nos bloquea y lo único que conseguimos es alejarnos cada vez más de nuestros sueños. Y llega un día en el que simplemente dejamos de intentarlo.

Tal vez por un tiempo vivamos evitando situaciones que puedan exponernos de nuevo. Intentamos hacernos fuertes frente a la adversidad de la vida, procuramos no estar cerca del fracaso nunca más, pero el mundo sigue y es difícil no encontrarse frente a nuevos retos. 

El miedo al fracaso aparece con pensamientos autosaboteadores del tipo “no soy lo suficientemente bueno”, “no estoy preparado” “no soy capaz” o simplemente sentimos la amenaza de parecer tontos si fallamos. Esta voz interna nos debilita y limita nuestra capacidad de perseguir y lograr las cosas que queremos en la vida. Ese crítico interno nos asusta, animándonos a ser autoprotectores evitando el riesgo y recomendándonos permanecer a salvo, aferrados a nuestra zona de confort. Ese cómodo lugar donde nada crece.

Así, poco a poco aprendemos a anticiparnos a los acontecimientos ante una perspectiva poco alentadora y nos convertimos en nuestro propio enemigo: “No soy capaz, será horrible y me convertiré en un fracasado”. Es importante aprender a distinguir ente sentir(me) fracasado y ser un fracasado. ¿Tan grave es no conseguir algo o quizás estamos magnificando las consecuencias? ¿Acaso un intento es un error y dos ya es un fracaso?

Entendamos que no somos fracasados por el hecho de no conseguir algo en la vida, siempre podemos volver a intentarlo. Es importante sobreponerse a ello, reconocer esas intrusiones de nuestro crítico interno y combatirlas. Pensemos en proyectos que no habiéndolos conseguido, tampoco nos hayan dado demasiados quebraderos de cabeza ni hayan tenido grandes consecuencias en nuestra vida. Tal vez podemos sentirnos molestos y disgustados por no haberlo conseguido, pero no suframos por ello. 

Cuando nos sentimos fracasados es porque comentemos el error de considerar que solo hay una oportunidad para conseguir nuestro objetivo. Todo o nada. Sin embargo, la vida no deja de sorprendernos y nos enseña que existen múltiples caminos para alcanzar nuestras metas. ¿Y de qué depende? De cuanto estemos dispuestos a seguir caminando. De que salgamos de nuestra zona de confort y miremos hacia delante. 

Así, pasito a pasito entenderemos que un “fracaso” es un camino ya explorado del cual podemos aprender. Es una oportunidad para reflexionar acerca de lo sucedido, que nos permite analizar qué no ha funcionado y cómo podría funcionar mucho mejor. Es un recordatorio acerca de que nos quedan muchos más senderos por descubrir quizás mucho más interesantes y motivadores. Solo hay que ponerse en marcha.

IRENE MÁÑEZ BENEDICTO

PSICÓLOGA GENERAL SANITARIA CV-11.362

ALMAPSICOLOGIA.COM

Ideas irracionales (II) en el enfado. En youtube

Continuando con el vídeo anterior, en esta ocasión vamos a seguir «soltando lastre», centrándonos en aspectos del tipo… …»si no lo digo, reviento», actitud que nos va a llevar, fácilmente, a un punto nada funcional.

Sigue escuchando y, espero que, aprendiendo estrategias 😉

Gracias!

 

Pilar Solana, Psicóloga Clínica CV-04.650
Web Alma