Amar o depender.

Love is the answerComo bien indica el título de un libro de Walter Riso, muchas veces nos encontramos ante la duda de si amamos o dependemos.

Es más, la mayoría de veces en las que es dependencia, estamos absolutamente convencidos (no nos cabe la menor duda) de que amamos a la persona en cuestión, cuando en realidad estamos metidos en una relación de dependencia emocional que sólo nos puede llevar a la autodestrucción.

Es una relación en la que hay todo tipo de pérdidas: de libertad (es una adicción no tóxica), de control, de autoestima, de confianza, de ilusión, de proyectos futuros, de voluntad, de opinión…

¿Y cómo es que no nos damos cuenta?

¿Cuáles son los indicadores de este problema?

Vamos a pensar un poco…

…imaginemos una relación en la cual pueden darse varios de los siguientes factores:

–          uno de los dos está en desventaja personal (el “no dependiente” ya tiene una relación de pareja con otra persona, uno ha pasado una mala época, tiene menos habilidades de afrontamiento emocional y conductual, por ejemplo)

–          asume menos el poder (es la parte más pasiva de la relación de pareja)

–          toma menos decisiones

–          se siente más pequeñito (emocionalmente hablando, cada vez va mermando más su autoestima)

–          casi siempre tiene en cuenta la opinión del otro para sus decisiones personales (incluso más que la suya propia)

–          no se permite hacer actividades a nivel individual (todo su mundo gira alrededor de las actividades del otro)

–          se le ilumina la cara cada vez que sabe de su pareja (su alegría depende de la alegría del otro)

–          se siente inseguro y con miedo a perderlo cada vez que hay una simple tensión en la relación (cuando su pareja tiene un mal día, está decaído o quiere salir a hacer algo de forma individual, ante discusiones propias de la relación)…

–          y acaba haciendo todo lo que al otro le gusta para que no se enfade, no se moleste…no le deje.

Entiendo que algunos de estos puntos, de forma comedida, podrían parecerse a cualquier situación de pareja en la que los dos están muy enamorados (o al menos uno de los dos), pero en estas ocasiones, las apariencias engañan.

Una relación de pareja sana es aquella en la que le podemos decir a nuestra pareja “yo te quiero, pero no te necesito”.

Ahí está la diferencia clara entre amar y depender.

Cuando una relación de pareja termina.

seyed mostafa zamani / Stock Photos

Cuando una relación de pareja termina, parece que no existe el mañana.

La persona que es “dejada” siente que todo su mundo se viene abajo, que nunca va a superar esa situación, que nunca conseguirá volver a ser feliz y por supuesto, que su vida va a continuar…pero sin pareja. O lo que es lo mismo, se abre una puerta al miedo a la soledad que roza (muchas veces supera) lo irracional.

“Siempre estaré solo”, “nadie me va a querer como ella”, “nunca conseguiré volver a ser feliz”, “no puedo vivir sin él”… son algunos de esos pensamientos irracionales.

Si a esto le añadimos que “todo me recuerda a él”, no hago más que escuchar “nuestra canción” o cualquier canción con contenido irracional (todas aquellas que se llaman canciones de amor) en las que los mensajes son del tipo “sin ti no soy nada”, “no puedo vivir sin tu amor”, “mi vida eres tú”… que además no hago más que mirar las fotos de aquella época en la que éramos tan felices, que sólo hablo del tema con mis amigos, que sólo veo parejas felices por la calle, gente haciendo planes de futuro, que ahora (con esto de las redes sociales, tan populares todas ellas) me dedico a meterme en su “muro” para ver lo bien que le va, lo social que se ha vuelto, la cantidad de “amigos” nuevos que tiene….”todo el mundo es feliz menos yo”.

Mi planteamiento es: no me extraña que te sientas así de mal, porque ya con todo tu duelo en marcha, sólo te falta machacarte más con esas ideas irracionales que aún no sabes manejar …

Párate y piensa si vale la pena seguir sufriendo. La respuesta, por si no lo tienes claro, es “no”.

El valor del «perdón».

quantumlars / Free Photos

Como es habitual, al hablar del perdón, nos encontramos con ideas irracionales (siempre hablo desde mi experiencia clínica) que nos impiden que veamos las situaciones de forma objetiva y lo más probable es que acabemos equivocándonos.

Cuando pensamos en perdonar a esa persona (amigo, familiar, y sobre todo, pareja) que ha hecho «algo» que nos ha perjudicado, entre otras cosas, creemos que:

– El perdón va en beneficio del otro: «encima sale ganando».

– Si lo perdono quedará como que no ha pasado nada.: «creerá que no me ha dolido y lo repetirá».

– Es como si diera igual, como si le permitiera hacer lo que quiera: «se va a burlar de mi».

– «Perdono pero no olvido»

– «Con perdonar ya está todo arreglado», «a partir de ahí, ya como si nada…», «a seguir como siempre».

En fin, como si todos los beneficios de mi perdón fueran a parar a las arcas de mi «enemigo» y yo, después de hacer el esfuerzo, quedara como un tonto.

PUES NO.

TODO ESTO NO ES CIERTO.

TODAS ESTAS IDEAS SON IRRACIONALES y conviene que las cambies por que:

– El perdón va en beneficio del que perdona.

– Habrá un antes y un después. «Asúmelo».

– «Te doy otra oportunidad, aprovéchala».

– Una cosa es olvidar y otra, muy distinta por cierto, es perdonar.

– Después de perdonar, decide cuál es el tipo de relación que prefieres mantener con esa persona, si es que aún quieres mantener la relación (del tipo que sea).

¿QUIERES SABER LOS ARGUMENTOS…?

Primero piénsalos tú….y después, te cuento.

Cuando el doliente es un niño.

Pink Sherbet Photography / Free Photos

La mayor parte del tiempo, cuando hablamos de dolientes (personas en proceso de duelo) pensamos en adultos, pero los niños también pasan por ese proceso.

Normalmente, a nuestros niños, los queremos proteger tanto que realmente los mantenemos al margen de situaciones vitales (en sus vidas también) y en lugar de ayudarlos, como es nuestra intención, estamos retrasando su propio proceso de duelo (que obligatoriamente y por su salud emocional deberán pasar) y además contribuimos a que su confianza en nosotros disminuya (por que al fin y al cabo, con comentarios como «no pasa nada» cuando nos ven llorar, no ayudamos a que confien en nosotros).

En estos casos, y siempre teniendo en cuenta la situación del menor, es recomendable actuar según unos parámetros:

– Las malas noticias las dará una persona de mucha confianza para el niño, a ser posible uno de sus padres, o los dos. En un ambiente seguro para el menor, como puede ser el salón de su casa y con poca gente alrededor.

– Iniciaremos la conversación recordándole (si era conocedor de la situación) lo que estaba ocurriendo «recuerdas que el abuelito estaba muy malito y se lo habían llevado a curarlo…?».

– Decirles la verdad, adaptándola a la edad del niño: «el abuelito estaba muy muy muy enfermo y se ha muerto», en lugar de utilizar frases como «se ha dormido para siempre», «se ha ido de viaje».

– Mostrar sentimientos delante del niño: si tenemos ganas de llorar, lloramos. Si estamos tristes y nos pregunta, le decimos que estamos tristes. Así estaremos alentando a mostrar sentimientos con naturalidad y a que confíe en nosotros porque ve que no estamos «como siempre» y somos sinceros con él.

– Esperar a que el niño haga preguntas y le contestemos con la mayor naturalidad posible, animándolo a que pregunte sin miedo y se exprese.

Sobre todo PADRES DE ESOS NIÑOS A LOS QUE TENÉIS QUE DAR MALAS NOTICIAS: hemos de echar mano del sentido común, de la serenidad, del amor hacia nuestros hijos y la limitación que tenemos porque para esto, nadie nos prepara.