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Categoría: timidez

Publicado en abril 29, 2012junio 6, 2012

Prohibido sentirse mal…?

  • Pink Sherbet Photography / Stock Photo

Voy a plantear una situación, que podría ser más o menos ésta:

Pensemos en una persona que tiene una vida normal, como la mayoría de nosotros, con situaciones agradables, desagradables y algunas incluso neutrales. Cada vez que esta persona se despierta por la mañana y nota que está “bien” (normal) lleva su día adelante, con actitud adaptativa, resolviendo. Nada más. Pero ¡ojo!, el día que esta persona se levanta “mal”, pasa  el resto del día centrando su atención en tooodos los aspectos negativos, con actitud más derrotista, incluso con miedo a que el día siguiente pueda ser similar a este (o peor!!!)…

Bien, una vez centrados, mi pregunta es…

…¿porqué cuando una persona se levanta con actitud positiva no está todo el día focalizando, agrandando e incluso desproporcionando (en el sentido positivo de la palabra, pero desadaptativo en todo caso) las cosas que le pasan? No va todo el día por ahí sorprendiéndose de estar bien, de disfrutar del día, de las relaciones con la gente, de que las cosas le funcionen, y con “miedo” a que al día siguiente…¡pudiera despertarse igual de optimista o más!!!

…sin embargo, el que se levanta con actitud negativa, focaliza, se viene abajo, cree que no puede con eso, que no tiene fin, que está tan mal como aquella vez que empezó en una mala racha “y así le fue”.

Hay varios factores que intervienen en este proceso, pero me gustaría centrarme en uno de ellos: hemos aprendido a desarrollarnos bajo unos valores en contra de los sentimientos negativos:

Desde pequeños, los padres y educadores en general han estado centrado toda su energía en que sus hijos no sufrieran,  incluso ellos mismos, cuando los hemos visto tener un mal día, lo tachan de algo “malo” y vamos aprendiendo que las emociones negativas son eso “malas”, de modo que con el tiempo, la experiencia, lo que vamos viendo en nuestro entorno, en el que la gente huye de todos aquellos sentimientos relacionados con el malestar…aprendemos que “está prohibido sentirse mal”.

Lo que vamos logrando de esta manera es no aprender a desarrollar estrategias de afrontamiento:

–          Perdemos seguridad en nosotros mismos por que no sabemos de cuánto somos capaces ante situaciones negativas

–          Nos desentrenamos en la tolerancia a la frustración y vamos aprendiendo cada vez más a evitar sentirnos mal, además de bajar nuestro umbral de tolerancia ante las emociones negativas (las cosas, cada vez, nos afectan más)

–          Incluso en nuestro entorno, cuando vemos a alguien sentirse mal, en lugar de escucharlo y darle tiempo a que afronte, muchas veces lo animamos a que se sienta mejor y deje de tener emociones negativas…

Como leí en un libro, “lo bueno está reñido con lo mejor”, pero es que cuando no existe lo mejor…lo bueno es aprender a afrontar…aunque duela.

Para E.

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Publicado en enero 13, 2012

Algo que necesitaba contar.

No sé decir cuándo ni por qué comenzó todo, un día en el trabajo alguien hizo un comentario tonto (una de esas bromas que no se tienen en cuenta porque sabes que sólo es eso, una broma) pero me dieron ganas de llorar, algo pasó por mi mente, aguanté el tipo y sonreí. De camino a casa empecé a llorar, no sabía qué me pasaba, no sabía qué pasaba por mi cabeza para llorar de esa forma, solo sabía que no podía parar, y eso me hacía llorar mucho más. Al llegar a casa, antes de abrir la puerta me sequé las lágrimas, ensayé un par de sonrisas y saludos de bienvenida y entré, nadie notó nada.

Los días pasaban y cada vez que estaba sola lloraba, sin saber por qué, parecía tonta, me sentía tonta, débil y aislada….. Y eso aumentaba mi llanto. El mundo iba muy deprisa y yo estaba parada sin poder moverme, todos avanzaban y yo estaba estancada.

Una mañana me desperté, no había nadie en la casa, quise levantarme pero no pude, sentía que el día era muy largo y yo no tenia fuerzas para aguantarlo, me tapé con la sábana, cerré los ojos, quería que el mundo se parara, llamé al trabajo y dije que no me encontraba bien y que no podía ir a trabajar. Pasé toda la mañana en cama, llegó mi pareja y le dije que no me encontraba bien, que estaba resfriada. Pasé así el día, con mentiras, y me decía a mi misma que me tenía que mover que no podía estancarme, los amigos me llamaban para salir pero no tenía ganas, estaba muy cansada, sólo quería dormir, estar sola, cerrar los ojos y no sentir, solo soñar en cualquier cosa que no me hiciera llorar.

En esos días la gente que estaba a mi alrededor notó que algo pasaba, venían a verme y me decían lo que tenía que hacer: salir, divertirme, no preocuparme por nada…. y cosas por el estilo. No me gustaba, no tenía fuerzas, sentía que no quería ver a nadie y me molestaban, me sentía mal por pensar aquello, ellos me querían e intentaban ayudarme, estaban preocupados y yo me enfadaba con ellos. Me sentía aún peor.

Un día mi pareja me llevó a un especialista, “yo no estoy loca”,” él que sabrá de mi”,” nadie me puede ayudar”, “esto lo puedo solucionar yo”, “yo sé quien soy y lo que pienso”.

Llegué allí, me senté, y me preguntó que me pasaba, no sabía qué decirle, empecé a llorar, quería decir cómo me sentía, me sudaban las manos, no podía respirar, muchas cosas pasaban por mi mente pero no sabía cómo expresarme, realmente no sabía por qué estaba llorando, qué me pasaba. Algo sucedió durante aquella hora, salí temblando de frio, pero noté que no estaba sola, alguien sabía lo que me pasaba y no me juzgaba.

Durante toda mi vida he creído que uno mismo sabe cómo es y qué piensa, ahora sé que lo que nos decimos a nosotros mismos no siempre lo oímos y en demasiadas ocasiones nos equivocamos.

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