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ALMA. El Blog de Pilar Solana.

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Categoría: puerto de sagunto

Publicado en diciembre 3, 2012

El fracaso.

macwagen / Foter / CC BY-NC-ND

Fracaso. Esa temida palabra que asusta a muchísimas personas, por no decir a la mayoría. Sobre todo por utilizarla mal…

El verbo fracasar, por definición, significa “salir mal una cosa, frustrarse, no obtener una persona el resultado que pretendía en una actividad.” ¿Y a quién no le ha salido alguna vez en su vida algo mal, se ha frustrado en su intento por conseguir un objetivo, o no ha conseguido el resultado que pretendía al iniciar una actividad?

Si mis cálculos no son erroneos, eso nos ha pasado a todos. O al menos a todos los que hemos iniciado algo en nuestra vida. Bien, entonces por definición, todos hemos fracasado alguna, o muchas veces en nuestra vida. Hasta aquí nos entendemos. Pero llega un momento en el que abrimos polémica. Por que al final el fracaso lo asociamos al rechazo social y es ahí donde más nos duele…lo que otros van a pensar de mí.

Parece entonces que todos no sólo fracasamos si no que tenemos derecho a ello. Pero cuándo se considera que he fracasado? Qué factores pueden influir en que consigamos o no el éxito?

– El número de intentos: lo he intentado el suficiente número de veces? cuál es ese número “mágico”?
– Las habilidades personales: tengo las habilidades adecuadas para aumentar la probabilidad de conseguir mi objetivo?
– Pedir ayuda: he conseguido rodearme del equipo técnico/humano necesario para que bajo su asesoramiento y/o entrenamiento y/o ayuda pueda alcanzar mi meta?
– Si no lo consigo a la primera…puedo intentarlo de nuevo?
– Ser realista: el objetivo que me he propuesto…tengo opciones de conseguirlo?

A todas estas variables, seguro que habría muchas más que añadir. Y todo esto no tiene la intención de hacerte pensar que si no reunes determinados factores no estás fracasando, evidentemente el fracaso es una realidad cotidiana. A la que conviene adaptarse y con la que viene bien convivir, pero para que nos ayude a crecer, a evolucionar, a madurar y siempre que esté en nuestras manos y nos interese…a seguir intentándolo. Pero cuidado cuando lo personalizamos tanto que nos consideramos unos fracasados y nos venimos abajo.

Por que al final…si no lo has intentado por miedo a fracasar… estás entrenándote en el peor de los fracasos.

Para Yu.

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Publicado en noviembre 9, 2012

Las relaciones a distancia.

~Aphrodite / Foter / CC BY-NC-ND

Ya era hora de que te llegara a ti…pensabas cuando ponías en marcha tu ordenador. Ayer por fin conociste a alguien (después de muchas desilusiones)…alguien que apareció de repente ante ti, para tu sorpresa.

Todo empezó cuando llegó un mail a tu bandeja de entrada…esto de las redes sociales…los portales para conocer a gente…todo el mundo habla de ellos, pero seguro que a mi no me va a pasar…yo no tengo tanta suerte.

Pero esta vez me había tocado a mí. Llegó su mail y nerviosa lo abrí…quién se escondería al otro lado? Se presenta…me cuenta muy poco de él. De dónde es…la edad que tiene…su situación actual…ah…hace un tiempo salió de una relación, como yo…

Contesto? Por qué no? Por intentarlo….”el mundo es de los valientes” dice la gente…allá voy.

Sólo le voy a contar algo de mi, muy breve, tampoco sé ni quién es ni qué intenciones tiene, ya me he desilusionado muchas veces. Le doy a enviar y ya está. La suerte está echada. Ahora qué? A esperar.

Sigo con mi vida, pero no puedo evitar pensar de vez en cuando si me habrá contestado…al cabo de unas horas…BLUP…un mail en mi bandeja de entrada…y es suyo!!!

Esta vez va el intercambio de datos para otro medio de comunicación…de momento chatearemos a ver qué pasa…más adelante veremos.

Y así entramos en una dinámica que me encanta. Me despierto pensando si me habrá dado ya los buenos días en mi pc…a lo largo del día recuerdo algunas conversaciones que vamos teniendo…mido cada palabra, trato de que no salga corriendo. Tenemos un mundo por descubrir.

Estoy deseando llegar a casa para poder conectarme un ratito y contarnos qué tal el día. Porque eso sí, hemos de ser sensatos y no andar todo el día con los móviles colgados.

Vaya…pero es que cada vez necesito algo más…podríamos quedar…vernos…por que a través de foto ya nos conocemos pero eso de “sentir”…allá vamos….

Y todo empieza a ir cada vez más deprisa.

Esta es una forma bastante típica de iniciar una “relación a distancia”. El final hemos de ponerlo cada uno de nosotros. Yo no sé cómo terminará esta historia.

Pero sí sé que a veces sale bien, cuando nos vamos tomando las cosas con calma, somos sinceros con el otro y honestos con nosotros mismo.

Cuando vamos dando los pasos oportunos, acelerando cuando ambos lo decidimos y frenando cuando se precipita el tema.

Pero cuidado. A veces al otro lado la persona no está siendo sincera. Cuidado cuando vemos incoherencias. Cuidado cuando va alargando el momento de “conocernos” en persona. Cuidado cuando vemos que hay algo que no nos cuadra.

Porque a través de la red, nos contamos TANTAS cosas sin dar la cara, que llegamos a conocer aspectos de la naturaleza del otro que en condiciones “tradicionales” tardaríamos mucho. Eso nos hace equivocarnos a la hora de pensar que “de verdad” conocemos al otro. Conocer es convivir, compartir, solucionar, gestionar, sentir, sufrir, tocar, discutir, negociar…

Internet es una nueva oportunidad que se nos brinda como medio a través del cual podemos iniciar un contacto con alguien que quizás, de otro modo no habríamos tenido acceso. Pero recordemos que es sólo un medio para contactar. Luego es necesario que haya relación directa, cara a cara para, de verdad, poder llegar a conocer, en la medida en que el otro nos permita o nosotros nos atrevamos, al otro.

Mantener una relación sólo a través de este medio es alargar la angustia de algo que no va a funcionar.

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Publicado en abril 29, 2012junio 6, 2012

Prohibido sentirse mal…?

  • Pink Sherbet Photography / Stock Photo

Voy a plantear una situación, que podría ser más o menos ésta:

Pensemos en una persona que tiene una vida normal, como la mayoría de nosotros, con situaciones agradables, desagradables y algunas incluso neutrales. Cada vez que esta persona se despierta por la mañana y nota que está “bien” (normal) lleva su día adelante, con actitud adaptativa, resolviendo. Nada más. Pero ¡ojo!, el día que esta persona se levanta “mal”, pasa  el resto del día centrando su atención en tooodos los aspectos negativos, con actitud más derrotista, incluso con miedo a que el día siguiente pueda ser similar a este (o peor!!!)…

Bien, una vez centrados, mi pregunta es…

…¿porqué cuando una persona se levanta con actitud positiva no está todo el día focalizando, agrandando e incluso desproporcionando (en el sentido positivo de la palabra, pero desadaptativo en todo caso) las cosas que le pasan? No va todo el día por ahí sorprendiéndose de estar bien, de disfrutar del día, de las relaciones con la gente, de que las cosas le funcionen, y con “miedo” a que al día siguiente…¡pudiera despertarse igual de optimista o más!!!

…sin embargo, el que se levanta con actitud negativa, focaliza, se viene abajo, cree que no puede con eso, que no tiene fin, que está tan mal como aquella vez que empezó en una mala racha “y así le fue”.

Hay varios factores que intervienen en este proceso, pero me gustaría centrarme en uno de ellos: hemos aprendido a desarrollarnos bajo unos valores en contra de los sentimientos negativos:

Desde pequeños, los padres y educadores en general han estado centrado toda su energía en que sus hijos no sufrieran,  incluso ellos mismos, cuando los hemos visto tener un mal día, lo tachan de algo “malo” y vamos aprendiendo que las emociones negativas son eso “malas”, de modo que con el tiempo, la experiencia, lo que vamos viendo en nuestro entorno, en el que la gente huye de todos aquellos sentimientos relacionados con el malestar…aprendemos que “está prohibido sentirse mal”.

Lo que vamos logrando de esta manera es no aprender a desarrollar estrategias de afrontamiento:

–          Perdemos seguridad en nosotros mismos por que no sabemos de cuánto somos capaces ante situaciones negativas

–          Nos desentrenamos en la tolerancia a la frustración y vamos aprendiendo cada vez más a evitar sentirnos mal, además de bajar nuestro umbral de tolerancia ante las emociones negativas (las cosas, cada vez, nos afectan más)

–          Incluso en nuestro entorno, cuando vemos a alguien sentirse mal, en lugar de escucharlo y darle tiempo a que afronte, muchas veces lo animamos a que se sienta mejor y deje de tener emociones negativas…

Como leí en un libro, “lo bueno está reñido con lo mejor”, pero es que cuando no existe lo mejor…lo bueno es aprender a afrontar…aunque duela.

Para E.

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Publicado en marzo 27, 2012

Mi madre tiene Alzheimer.

Hay momentos que cambian la vida. Uno de los más duros en mi caso fue cuando a mi madre le detectaron Alzheimer.

Lo primero que pensé fue que iba a perder la memoria hasta el punto que no iba a saber quién soy. Ese era mi principal miedo. ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que eso ocurriera?¿cómo la persona que siempre me había cuidado y había estado ahí en los momentos buenos y malos se iba a olvidar de quién soy?, y lo más importante, ¿cómo en estos momentos yo no la iba a cuidar todo lo mejor que pudiera?.

Desde que nos dieron esta fatídica noticia hemos tomado decisiones importantes. Mis dos hermanos y yo decidimos que ella no podía vivir sola en su casa, por aquel entonces sólo tenia “pequeños despistes” pero….. ¿y si no se acordaba de tomar la medicación?¿y si se dejaba el fuego encendido?¿y si salía a la calle y se perdía?. Les propuse que, ya que yo tenía espacio en casa y siendo la hija mayor se viniera a vivir con mi marido y mis dos hijos. A ella no le gustó la decisión, decía que ella quería estar en su casa, que allí lo tenía todo, que podía salir a hacer la compra y arreglar su casa, pero al final lo conseguimos y se vino a vivir con nosotros.

Un día me dijeron que había una asociación de enfermos de Alzheimer donde podía llevar a mi madre para que hiciera ejercicios de memoria, pero ella no estaba tan mal para ir a un sitio de esos. Pensé que en el momento que la enfermedad avanzara la llevaría, pero eso aún tardaría en llegar.

Cuando se instaló en casa  hubieron muchos cambios: se enfadaba muchas veces porque no le dejaba hacer todo lo que quería, pero ella con la enfermedad no debía salir sola a la calle, ni hacer la comida, ni mucho menos cuidar de sus nietos.

Con el paso del tiempo la enfermedad empeoró, y  mi madre empezó a necesitar ayuda a todas horas. Mi vida cambió aún más, pero yo me iba organizando como podía para poder atenderla correctamente. Como veía que  me necesitaba mucho más y cada vez era más frecuente pasar la noche en vela, decidí dejar mi trabajo porque físicamente no podía rendir más. Mis hijos con 13 y 15 años ya iban solos al instituto, hacían sus tareas y las notas las iban sacando bien. Mi marido trabajaba muchas horas y cuando llegaba a casa estaba muy cansado, pero tenía tiempo para ayudarme con mi madre. Mis hermanos pasaban a ver a su madre alguna vez, pero lo normal era que pasaran semanas hasta que venían, ya se sabe: estaban muy atareados.

Hoy sigo cuidando de ella, pero está muy alterada. A cada cosa que le dices  se enfada. Intento hacer que recuerde preguntándole cosas como qué cenó la noche anterior o le enseño fotos y le pregunto si se acuerda de quienes son, y creo que no le gusta hacerlo porque se enfada, pero lo tiene que hacer porque así trabaja la memoria.

Mis hijos no están mucho tiempo en casa y cuando quiero saber de ellos no me dicen nada, ni donde van, ni con quién van, es como si no quisieran compartir su vida conmigo. Las cosas con mi marido no marchan del todo bien, me dice que siempre estoy cansada, enfadada y que nunca salimos de casa, pero eso no es cierto, algún domingo nos vamos a llevar a mi madre a dar un paseo. Es cierto que hace tiempo que no salimos de viaje, ni quedamos con los amigos, incluso hemos dejado de ir a las reuniones familiares porque no sabemos cómo puede reaccionar…. Aún así, yo no lo cambio por nada: es mi madre,  la que me cuidó cuando yo lo necesitaba, la que se sacrificó en tantas ocasiones por mi. Si ahora soy yo la que debo sacrificar ciertas cosas por ella, lo haré, porque yo quiero hacerlo y no necesito la ayuda de mis hermanos, parece  que ellos ya tienen suficiente con su familia y son tan egoístas que no se acuerdan que tienen madre.

En ocasiones siento que nadie me entiende, que estoy sola, que mi madre solo me tiene a mi y yo a ella. No podré aguantar mucho más esta situación, nunca lo he dicho pero hay veces, que pienso que si se muriera o la ingresáramos en una residencia todos descansaríamos. Después de pensarlo, me siento tan mal que me pongo a llorar, y creo que soy una mala hija. Sé que podría hacerlo mucho mejor, pero no puedo, no sé cómo hacerlo, siento cansancio y rabia al mismo tiempo… siento como si estuviera en un callejón sin salida, atrapada en esta situación que me ahoga poco a poco. Intento luchar, ser fuerte por ella y por los que están a mi alrededor, pero las fuerzas se acaban y siento que he fracasado.

No me gusta esta situación, y es ahora cuando me doy cuenta “NECESITO UN CAMBIO EN MI VIDA”.

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Publicado en enero 13, 2012

Algo que necesitaba contar.

No sé decir cuándo ni por qué comenzó todo, un día en el trabajo alguien hizo un comentario tonto (una de esas bromas que no se tienen en cuenta porque sabes que sólo es eso, una broma) pero me dieron ganas de llorar, algo pasó por mi mente, aguanté el tipo y sonreí. De camino a casa empecé a llorar, no sabía qué me pasaba, no sabía qué pasaba por mi cabeza para llorar de esa forma, solo sabía que no podía parar, y eso me hacía llorar mucho más. Al llegar a casa, antes de abrir la puerta me sequé las lágrimas, ensayé un par de sonrisas y saludos de bienvenida y entré, nadie notó nada.

Los días pasaban y cada vez que estaba sola lloraba, sin saber por qué, parecía tonta, me sentía tonta, débil y aislada….. Y eso aumentaba mi llanto. El mundo iba muy deprisa y yo estaba parada sin poder moverme, todos avanzaban y yo estaba estancada.

Una mañana me desperté, no había nadie en la casa, quise levantarme pero no pude, sentía que el día era muy largo y yo no tenia fuerzas para aguantarlo, me tapé con la sábana, cerré los ojos, quería que el mundo se parara, llamé al trabajo y dije que no me encontraba bien y que no podía ir a trabajar. Pasé toda la mañana en cama, llegó mi pareja y le dije que no me encontraba bien, que estaba resfriada. Pasé así el día, con mentiras, y me decía a mi misma que me tenía que mover que no podía estancarme, los amigos me llamaban para salir pero no tenía ganas, estaba muy cansada, sólo quería dormir, estar sola, cerrar los ojos y no sentir, solo soñar en cualquier cosa que no me hiciera llorar.

En esos días la gente que estaba a mi alrededor notó que algo pasaba, venían a verme y me decían lo que tenía que hacer: salir, divertirme, no preocuparme por nada…. y cosas por el estilo. No me gustaba, no tenía fuerzas, sentía que no quería ver a nadie y me molestaban, me sentía mal por pensar aquello, ellos me querían e intentaban ayudarme, estaban preocupados y yo me enfadaba con ellos. Me sentía aún peor.

Un día mi pareja me llevó a un especialista, “yo no estoy loca”,” él que sabrá de mi”,” nadie me puede ayudar”, “esto lo puedo solucionar yo”, “yo sé quien soy y lo que pienso”.

Llegué allí, me senté, y me preguntó que me pasaba, no sabía qué decirle, empecé a llorar, quería decir cómo me sentía, me sudaban las manos, no podía respirar, muchas cosas pasaban por mi mente pero no sabía cómo expresarme, realmente no sabía por qué estaba llorando, qué me pasaba. Algo sucedió durante aquella hora, salí temblando de frio, pero noté que no estaba sola, alguien sabía lo que me pasaba y no me juzgaba.

Durante toda mi vida he creído que uno mismo sabe cómo es y qué piensa, ahora sé que lo que nos decimos a nosotros mismos no siempre lo oímos y en demasiadas ocasiones nos equivocamos.

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