En esta ocasión voy a mostrarte dos pequeños vídeos que nos cuentan cómo las personas depresivas piensan.
En esta era en la que nos centramos tanto en la fotografía exterior, hay más personas que nunca que sufren, que sufren de una manera desproporcionada, y además nos preguntamos ¿por qué? si lo tienen todo….
Esta es la primera parte de un programa de radio en el que hablamos sobre el pensamiento depresivo. Conocerlo nos ayudará a entender y ayudar a personas cercanas que pasan por ello.
“Yo soy el pilar que sustenta el bienestar de los demás”¸”tengo que poder con todo”, “no está permitido que yo muestre signos de debilidad, no por mi, sino por los demás para que se sientan seguros”
Este es el tipo de pensamiento de personas resolutivas, cuando tienen un problema buscan una solución, se preocupan de aprender no sólo lo que pone en los libros, sino de cualquier cosa que les ocurra en la vida (cocinar, reparar un mueble que cojea, quitar un mal olor, cambiar un faro del coche, saber qué le pasa a un bebé que llora y qué hacer…..) , aprenden viendo cómo otros lo han resuelto, equivocándose una y otra vez, buscando información de cualquier fuente, ya sea digital o preguntando a gente que sabe más hasta que dan con la respuesta.
Aquí van aprendiendo a pensar y cada vez les resulta más fácil, hasta aquí bien, pero los problemas empiezan cuando esa facilidad (porque se han entrenado) no permite que los que están a su alrededor la entrenen, están tan acostumbrados a buscar soluciones para ellos que también lo hacen para los demás, sólo por el hecho de ayudarlos en su día a día, “para que no sufran , porque les quiero y me pongo del hígado cuando veo que están en esa situación tan molesta… total, a mi no me cuesta nada” (nada? Veremos qué repercusiones tienen) y acaban diciendo………,”deja que ya lo hago yo”, “a ver? …Déjame que piense y cuando lo tenga te lo doy”,
Esto está muy bien, pero llega un momento que estas personas sienten que o lo hacen ellos o los demás no lo van a saber hacer, genera inseguridad en ellos y dependencia en el otro.
“Y si un día yo no encuentro la solución?”
“Creo que los demás cuando tienen un problema no piensan, simplemente dejan que yo me dé cuenta y lo arregle”
”No es justo, todo me toca a mi!”
“Yo no lo sé todo, pero me esfuerzo por hacerlo, ¿por qué los otros no lo hacen?”
”Me enfada ver esa pasividad en los que me rodean”.
Aquí pueden aparecer síntomas de depresión, ira, enfados con personas cercanas, falta de control de las emociones, indefensión aprendida, ansiedad ….. y todo esto, cuando acuden a consulta suele aparecer la frase “no me ha pasado nada en especial, solo que un día empecé a encontrarme mal” es un comportamiento que a la larga afecta mucho más de lo que pensamos y deseamos.
Con esto no quiero que se piense “voy a dejar de hacer cosas por los demás, voy a ser inactivo, que se apañen como lo he hecho yo”, pero sí conviene detectar qué momentos y situaciones hay que enseñar y cuales es mejor resolver , ¿enseñar?.. ¿el qué? Esto no es una materia, no es un tema, esto es la vida, no sabemos a qué nos vamos a enfrentar mañana o dentro de 3 minutos pero cuando ocurra nos gustaría saber actuar por nosotros mismos y si además en ese momento podemos tener cerca de alguien que aporte ideas mejor, dos cabezas piensan más que una…….. personas resolutivas….ENSEÑEN A APRENDER A PENSAR!
Guiad en lugar de apartarlos
Dejarles tiempo
Si lo hacéis vosotros… explicarles cómo habéis llegado a esa solución
Mostrarles que ellos también pueden hacerlo aunque se equivoquen muchas veces.
Vosotros no lo sabéis todo y en ocasiones también os preguntáis si lo estáis haciendo bien, es frecuente que ellos tengan la creencia que vosotros estáis seguros de todo lo que hacéis y que todo lo hacéis bien…….. DECÍRSELO!
Este es un problema muy frecuente entre parejas por una parte y entre padres e hijos. Enfadarse no es la solución!
¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase de nuestro interlocutor?
Que nos echen la culpa de nuestro comportamiento para justificar el suyo es bastante común en una sociedad que suele dedicarse a hacer atribuciones externas cuando tiene que ver con algo negativo (siempre es más fácil echar la culpa a los demás).
Desde «el profesor me tiene manía» hasta el «no me provoques que no quiero gritarte», hay un amplio abanico de comportamientos que algunas personas tratan de justificar, por no mirar hacia adentro y hacerse responsables de su ACTITUD y como consecuencia, de su COMPORTAMIENTO.
Seamos maduros ya, y tomemos las riendas de nuestra vida, que bien sabemos defender esto cuando de aspectos positivos se trata, y tomemos la decisión tanto en nuestro beneficio como en el del otro (a ambos nos va a beneficiar). De modo que si somos consecuentes, no vamos a tener que estar constantemente buscando echar balones fuera (cuesta mucho más esfuerzo y genera más problemas) que si nos decidimos a ser responsables y hacer atribuciones internas.
¿Qué significa hacer atribuciones internas? Pues ser consciente que nuestro comportamiento y/o nuestra reacción emocional depende de nuestra actitud, es decir, de lo que pensamos acerca de la situación que estamos viviendo en ese momento. De la misma forma que no nos cuesta (y entendemos que es necesario) «actualizar» el software y las app de nuestros ordenadores y smartphones, adaptemos nuestra actitud, nuestros actos. Nos conviene tener en cuenta que, aunque condicionados por el exterior, van a estar determinados (dirigidos, guiados) por nuestra forma de «leer» esa situación y como consecuencia vamos a controlar y reaccionar de forma más adaptativa.
Fracaso. Esa temida palabra que asusta a muchísimas personas, por no decir a la mayoría. Sobre todo por utilizarla mal…
El verbo fracasar, por definición, significa «salir mal una cosa, frustrarse, no obtener una persona el resultado que pretendía en una actividad.» ¿Y a quién no le ha salido alguna vez en su vida algo mal, se ha frustrado en su intento por conseguir un objetivo, o no ha conseguido el resultado que pretendía al iniciar una actividad?
Si mis cálculos no son erroneos, eso nos ha pasado a todos. O al menos a todos los que hemos iniciado algo en nuestra vida. Bien, entonces por definición, todos hemos fracasado alguna, o muchas veces en nuestra vida. Hasta aquí nos entendemos. Pero llega un momento en el que abrimos polémica. Por que al final el fracaso lo asociamos al rechazo social y es ahí donde más nos duele…lo que otros van a pensar de mí.
Parece entonces que todos no sólo fracasamos si no que tenemos derecho a ello. Pero cuándo se considera que he fracasado? Qué factores pueden influir en que consigamos o no el éxito?
– El número de intentos: lo he intentado el suficiente número de veces? cuál es ese número «mágico»?
– Las habilidades personales: tengo las habilidades adecuadas para aumentar la probabilidad de conseguir mi objetivo?
– Pedir ayuda: he conseguido rodearme del equipo técnico/humano necesario para que bajo su asesoramiento y/o entrenamiento y/o ayuda pueda alcanzar mi meta?
– Si no lo consigo a la primera…puedo intentarlo de nuevo?
– Ser realista: el objetivo que me he propuesto…tengo opciones de conseguirlo?
A todas estas variables, seguro que habría muchas más que añadir. Y todo esto no tiene la intención de hacerte pensar que si no reunes determinados factores no estás fracasando, evidentemente el fracaso es una realidad cotidiana. A la que conviene adaptarse y con la que viene bien convivir, pero para que nos ayude a crecer, a evolucionar, a madurar y siempre que esté en nuestras manos y nos interese…a seguir intentándolo. Pero cuidado cuando lo personalizamos tanto que nos consideramos unos fracasados y nos venimos abajo.
Por que al final…si no lo has intentado por miedo a fracasar… estás entrenándote en el peor de los fracasos.
Voy a plantear una situación, que podría ser más o menos ésta:
Pensemos en una persona que tiene una vida normal, como la mayoría de nosotros, con situaciones agradables, desagradables y algunas incluso neutrales. Cada vez que esta persona se despierta por la mañana y nota que está “bien” (normal) lleva su día adelante, con actitud adaptativa, resolviendo. Nada más. Pero ¡ojo!, el día que esta persona se levanta “mal”, pasa el resto del día centrando su atención en tooodos los aspectos negativos, con actitud más derrotista, incluso con miedo a que el día siguiente pueda ser similar a este (o peor!!!)…
Bien, una vez centrados, mi pregunta es…
…¿porqué cuando una persona se levanta con actitud positiva no está todo el día focalizando, agrandando e incluso desproporcionando (en el sentido positivo de la palabra, pero desadaptativo en todo caso) las cosas que le pasan? No va todo el día por ahí sorprendiéndose de estar bien, de disfrutar del día, de las relaciones con la gente, de que las cosas le funcionen, y con “miedo” a que al día siguiente…¡pudiera despertarse igual de optimista o más!!!
…sin embargo, el que se levanta con actitud negativa, focaliza, se viene abajo, cree que no puede con eso, que no tiene fin, que está tan mal como aquella vez que empezó en una mala racha “y así le fue”.
Hay varios factores que intervienen en este proceso, pero me gustaría centrarme en uno de ellos: hemos aprendido a desarrollarnos bajo unos valores en contra de los sentimientos negativos:
Desde pequeños, los padres y educadores en general han estado centrado toda su energía en que sus hijos no sufrieran, incluso ellos mismos, cuando los hemos visto tener un mal día, lo tachan de algo “malo” y vamos aprendiendo que las emociones negativas son eso “malas”, de modo que con el tiempo, la experiencia, lo que vamos viendo en nuestro entorno, en el que la gente huye de todos aquellos sentimientos relacionados con el malestar…aprendemos que “está prohibido sentirse mal”.
Lo que vamos logrando de esta manera es no aprender a desarrollar estrategias de afrontamiento:
– Perdemos seguridad en nosotros mismos por que no sabemos de cuánto somos capaces ante situaciones negativas
– Nos desentrenamos en la tolerancia a la frustración y vamos aprendiendo cada vez más a evitar sentirnos mal, además de bajar nuestro umbral de tolerancia ante las emociones negativas (las cosas, cada vez, nos afectan más)
– Incluso en nuestro entorno, cuando vemos a alguien sentirse mal, en lugar de escucharlo y darle tiempo a que afronte, muchas veces lo animamos a que se sienta mejor y deje de tener emociones negativas…
Como leí en un libro, “lo bueno está reñido con lo mejor”, pero es que cuando no existe lo mejor…lo bueno es aprender a afrontar…aunque duela.
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