“Soy una persona fuerte, tan fuerte que puedo solucionar yo solo mis problemas”
“No necesito a nadie y nadie se merece sufrir por mi”
“Mis problemas son míos y de nadie más”
“Si me quejo y digo que no estoy bien, que algo me preocupa, significa claramente, que soy una victima y necesito de los demás”
“Si algo me afecta y no consigo superarlo, significa que no soy bueno”
“Si encuentro soluciones para los demás debería encontrarlos para mi, pero si no consigo encontrar mi propia solución, es porque no soy tan fuerte como me ven los demás”
Pasan los días, las semanas y los meses y trato de solucionar yo solo, al final después de mucho tiempo encuentro mi solución, acudir a un psicólogo que me ayude, pero no quiero que nadie lo sepa porque “Pensarán que soy débil”,”Se preocuparán por mi”, “les obligaré a ayudarme”.
Pasado un tiempo, cuando estoy muchísimo mejor, hablo de esta etapa ya superada con una persona muy significativa y le cuento lo que ocurrió y que ya me encuentro mucho mejor, esta persona, para mi sorpresa, en lugar de alegrarse por mi, pone mala cara.
“No lo entiendo, no le molesté, he sido fuerte, he encontrado yo la solución….. ¿Por qué se enfada?”
La respuesta es muy sencilla, cuando alguien nos importa queremos estar con ella en lo bueno y en lo malo, sepamos o no qué hacer, ofrecerle nuestro hombro para que llore si lo necesita, escucharle aunque no sepamos que decir, decirle…..
”Si estamos aquí, es porque hemos decidido estar aquí”
ERES HUMANO, Y COMO HUMANO, SIENTES TANTO LO BUENO COMO LO MALO
NO ERES MENOS FUERTE POR LLORAR
NO ERES MENOS VALIOSO POR NO SABER QUE HACER
NO ERES MEJOR AMIGO, FAMILIAR O PAREJA POR NO COMPARTIR
NO NECESITAS SENTIRTE SOLO CUANDO REALMENTE NO LO ESTAS
NO NECESITAS SUFRIR SOLO
Anda tu camino, toma tus decisiones pero abre los ojos a los que están a tu alrededor, quizá te sorprendas al ver que el camino se hace más agradable en compañía.
Encerrarte, es decidir por los demás que no te ayuden, es que se preocupen por verte mal, es ponerle trabas a tu tratamiento y mejora…
A veces realizar una tarea se nos hace una montaña.
PROPONGO UNA SITUACION:
En estos momentos mi objetivo es hacer un trabajo a largo plazo, es asequible, tengo muchos meses por delante, esto es fácil, poco a poco lo haré, sólo hay que ponerse un horario y cumplirlo.
Tengo todo el material necesario: ordenador, apuntes, libros, mucha información en Internet…… Sé hacerlo! Puedo hacerlo! Y lo haré porque esto es muy importante para mí. Solo me falta empezar, el uno se septiembre empiezo, me planifico cada día, por la mañana me levantaré pronto, a las 7 a.m. me levanto, desayuno y una ducha rápida, a las 8 a.m. ya estoy preparado, me pongo con el trabajo hasta las 10 que paro media hora para almorzar, a las 10:30 sigo hasta las 13:30 como y vuelvo al trabajo a las 15h hasta las 17h que hago un descanso para merendar y a las 18h sigo hasta las 20h, hago la cena ceno y veo un poco la tele y pronto a las 22:30h en la cama.
Por las mañanas se hacen los trabajos mejor, hay un dicho que dice “a quien madruga, Dios le ayuda”.
Por la mañana suena el despertador pero pienso que es muy pronto, que tengo todo el día por delante y no necesito tanto tiempo para hacer las tareas que me he planificado para hoy, y sigo durmiendo. Al final me levanto dos horas mas tarde de lo previsto, pero…… “he perdido algo de tiempo, pero aún puedo hacer muchas cosas”, me levanto, desayuno, respondo a mensajes del móvil, saco al perro a pasear y decido ponerme con el trabajo, pero cuando me siento en el escritorio se me ocurre que la mesa está muy desordenada y no está limpia “el sitio de trabajo tiene que estar ordenado y limpio para poder trabajar” así que limpio el escritorio, las estanterías y toda la habitación……. Y pienso: “ya que me he puesto a limpiar, esta mañana limpiaré toda la casa y así me quito faena que hay que hacer, total algún día tendré que hacerlo y ya que hoy me he despistado un poco lo hago y después de comer tengo toda la tarde para hacer lo que tengo que hacer”, después de comer decidido a ponerme enserio a trabajar pero “tengo sueño después de la comida, dicen que hacer la siesta es bueno, si me pongo ahora no voy a avanzar”, hago la siesta hasta las 17h y me dispongo a empezar, pero….. “ahora toca merendar, lo hago y me pongo”, termino de merendar, son las 18h y veo que el plan que me había hecho no lo estoy cumpliendo, y me digo…. “ahora sí, ya no hay más excusas, me tengo que poner sí o sí” cojo los apuntes y no se por donde empezar, solo pienso que necesitaré mas tiempo del que pensaba para hacerlo, me enfado cuando miro el reloj y me doy cuenta que casi no me queda tiempo, “soy un vago, soy un irresponsable y no valgo para hacerlo porque he perdido todo el día sin hacer nada, mis amigos que tienen que hacer el mismo trabajo que yo van mucho más adelantados”, pero sigo trabajando, no consigo concentrarme, a cada momento busco una excusa para levantarme y me doy cuenta que hoy no es el día, no avanzo y es mejor dejarlo hasta mañana. Me siento muy decepcionado conmigo mismo, pero trato de darme ánimo diciéndome “hoy ha sido algo puntual y que mañana sí o sí cumpliré con mi propósito”.
Al día siguiente se vuelve a repetir la misma tónica, y al otro y al otro…. Lega un día que pienso: “esto no lo sacaré jamás, que es imposible, no seré capaz de conseguirlo nunca, es posible que hasta tenga un problema de falta de atención, cada vez que me pongo a hacerlo me despisto mucho y/o me levanto muchas veces del sitio para hacer cualquier cosa que no está relacionada con lo que tengo que hacer. Hacerme un horario a mí no me sirve de nada porque ya está comprobado…… NO LO CUMPLO! Y ya no sé qué hacer, he dejado de hacer un montón de cosas para tener tiempo y centrarme en esto y ahora que tengo tiempo no lo aprovecho y cuando quiera ponerme ya será muy tarde para arreglar la situación, ya tendré tanto trabajo acumulado que cuando llegue el día de presentar, si llego a terminarlo, será rápido y mal, no conseguiré dar el 100% y perderé mi objetivo que es tan importante para mí…NO SÉ CÓMO HACERLO, NADA ME FUNCIONA!”
. . . . . . . . . . .
Esta situación se puede aplicar en otros ámbitos y en un rango de edad muy amplio, por ejemplo:
En estudios primarios y secundarios (ante trabajos, lectura de libros, exámenes finales, alumnos oyentes en bachiller y preparación del selectivo son algunos ejemplos), estudiantes de carreras universitarias y oposiciones.
A nivel laboral: trabajos que se realizan en el propio domicilio.
En el hogar: realizar labores que no son las habituales y que cada vez surgen más y se acumulan, como ordenar una estancia, colgar un cuadro, solucionar un problema (que no suele afectar en el día a día), etc.
El proceso se inicia con un propósito extremadamente firme (metas desproporcionadas y poco realistas) de realizar una tarea, pues se está tan motivado que no somos conscientes de lo que nos pedimos, ni como nos lo pedimos.
Pasamos de la inactividad (como el niño que en verano no ha estudiado) al trabajo extremo (y empieza el colegio con deberes, trabajos y exámenes en la primera semana) sin dar un tiempo de adaptación o hacerlo de manera progresiva.
Cuando se pone en marcha nos encontramos con la realidad, un día perfecto se puede hacer ese horario tan genial que nos hemos propuesto, pero, ¿Qué pasa el día que hemos dormido mal o aquel que hay tareas extras que no habíamos previsto o el que no estamos tan centrados (porque nos hemos pedido un ritmo de trabajo al que no estamos acostumbrados)?, ese día se inicia el proceso del “soy” ,el del “no puedo”, el de “los demás sí, pero yo no”, “yo siempre he sido así y siempre lo seré”, del “esto no sirve”. El primer día que ocurre tratamos de motivarnos con “solo ha sido un día” (aunque el temible “SOY” ya se ha puesto en marcha y hace que la actividad o inercia y la motivación baje.
Cuando llega el momento de cumplir con la tarea no suele haber concentración, es más puede haber hasta sensación de embotamiento o cansancio cognitivo, y produce la sensación de “paso muchas horas y no avanzo”, “¿habrá algún problema conmigo?”. Ahí se hacen pequeños escapes sutiles a la nevera, al WC, al móvil, a Internet….. que no nos favorecen, sino todo lo contrario.
Es posible que un día llegue la inspiración y se avance mucho, pero se puede vivir de manera contradictoria, “¿Ves como puedo hacerlo y hacerlo muy bien? Pero…. ¿y por que no hago esto siempre?” (Culpándonos por saber pero no ser constantes).
Los próximos días ya se hacen evitaciones sutiles, priorizando cualquier actividad o tarea antes que la que conviene, aunque eso sí, está en la mente en todo momento. “primero voy a por el pan, porque sino cerrarán, y me pongo”, “tiendo la ropa, que se vaya secando y me pongo”, “veo este capítulo de la serie y me pongo”, “mando un whatsapp a mi amigo y me pongo”……. Y así sucesivamente.
Después de esto llega estas series de pensamientos “todo lo que podía hacer ya lo he hecho, soy así, nada me funciona, nada me sirve, los demás no lo entienden y así nunca llegaré a hacer nada en la vida”, es el momento de la decepción y el sentimiento de incapacidad en el que se va perdiendo la esperanza de conseguir el objetivo deseado y algo más, LA SALUD PSICOLÓGICA.
Un día vais a ver a vuestros padres con los nietos y notáis que algo no marcha como siempre, ellos viven solos y se manejan muy bien, no tienen graves problemas de salud.
Están hablando entre los dos y tu madre ha olvidado lo que estaba diciendo, “pero eso es algo normal, a todos nos ha pasado alguna vez…..” , le enseñas una foto en el móvil y dice “no sé dónde he dejado las gafas que no las encuentro y sin gafas no lo veo” y a continuación dice que “últimamente estoy un poco despistada, dejo las cosas en cualquier sitio y después no las encuentro”.
Habláis de las notas que ha sacado Pedro (su nieto) y después de un tiempo pregunta que cómo le han ido las notas a Pedro, en ese momento le decís un poco sorprendidos y un poco enfadados “ mamá lo hemos hablado hace un rato, parece que cuando hablamos no te interesa lo que decimos” , ella os replica que “tengo muchas cosas en la cabeza y no lo he oído, además, últimamente estoy un poco despistada y tengo la cabeza embotada, me cuesta mucho hacer las cosas de casa y no me apetece salir, es normal, estoy mayor y el cuerpo ya no está como antes”.
Esta explicación nos vale, “es cierto, todos hemos tenido una temporada que hemos estado menos centrados, es normal”.
Mas tarde habláis con vuestro padre y os dice que vuestra madre está tristona, ha dejado de hacer actividades que le gustaban, también algo olvidadiza, y cada vez que él le recuerda que se ha olvidado algo (como una olla al fuego, un ingrediente de la comida o pasar a recoger un pedido por la tienda) ella se enfurece y dice “son cosas normales, a todos se nos olvida algo y eso no significa que me pase nada”.
Existen varios aspectos a tener en cuenta.
Una persona mayor que detecta fallos de memoria suele ocultarlo el mayor tiempo posible por miedo a padecer una enfermedad, cada fallo que detecta se convierte en una prueba más de que pueda tener esa enfermedad de memoria, teme que se confirme sus sospechas y por ello cada vez realiza menos actividades que impliquen exponer sus destrezas (ya sea lenguaje, cálculos matemáticos, reconocimiento de caras, movilidad de manos y equilibrio….) por dos motivos, primero para que los que están a su alrededor (familiares, amigos…) no vean si se equivoca y segundo para no tener otra prueba de que algo no marcha bien. Este proceso hace que aparezca apatía (no tener ganas de hacer cosas) y agresividad (cuando se le fuerza a que haga vida normal o cuando se le reconoce que se ha olvidado algo).
Vosotros, los familiares, estáis preocupados porque, sí, es frecuente que se nos olviden cosas, pero a cierta edad existe el riesgo que no sea un simple olvido.
Realizar pruebas de memoria no solo ayuda a saber si está dentro de los parámetros normales, también ayuda a la persona (y a los familiares) a no bloquearse por miedo, tanto si hay deterioro como si no, hacer ejercicios de estimulación cognitiva ayuda a mantener un cerebro activo.
A la hora de escribir este post, me parecía interesante comentar/aclarar un poquito un par de aspectos, dado que en el día a día de consulta parece no estar claro. Así que me gustaría escribir algo acerca de mi trabajo.
Ya sabéis que la información nos hace más poderosos!!
¿Cuándo acudir a la consulta del psicólogo?
Cuando… o … en algún momento puntual de nuestra vida nos sentimos “perdidos”. o … teniéndolo “todo” no disfrutamos de la vida. o … tenemos cambios bruscos de humor y no sabemos controlarlo. o … nos enfrentamos a un gran cambio en nuestra vida y no sabemos cómo afrontarlo. o … hemos de tomar una decisión importante y no nos atrevemos. o … llevamos ya un tiempo que no conectamos con los demás. o … no tenemos la vida que esperábamos. o … tenemos algún tipo de problema ante el cual nos hemos bloqueado.
Estos y otros son los motivos que nos llevan a consultar con un psicólogo. De la misma forma que consultamos con cualquier otro tipo de especialista cuando sabemos que no tenemos todas las claves de cómo actuar ante un problema.
¿Qué hace un psicólogo? ¿Cómo nos puede ayudar?
Un psicólogo es un especialista en comportamiento humano. Un profesional de la salud que se encarga de ayudarnos a adquirir habilidades específicas que nos ayudarán a adaptarnos a las dificultades que nos vayan surgiendo en la ardua tarea de vivir. Y una vez lleguemos a consulta…¿qué nos espera? Cuando pensamos en ir al psicólogo a veces no tenemos claro cómo se va a desarrollar el proceso, así que a modo aclaratorio, estas son las etapas del tratamiento psicológico: o Evaluación: es la primera fase del tratamiento, donde se va a hacer una primera aproximación al problema, donde el psicólogo evaluará, sobre todo a través de una entrevista clínica, cuál es el problema y qué déficit de habilidades está manteniendo el problema del paciente. Se complementa con tests si es necesario. o Explicación de hipótesis: en esta sesión el psicólogo explica cuáles son tanto el origen (si se conoce) como las variables mantenedoras del problema a tratar. Además de los objetivos terapéuticos y las técnicas a emplear. Sirve para que ambos tengan claro el plan de actuación a partir de ese momento y durante el tratamiento. o Terapia propiamente dicha: en esta tercera fase, la más larga, el psicólogo entrena al paciente en una serie de técnicas para desarrollar las habilidades necesarias que ayudarán al paciente a afrontar el problema que le trae a consulta. En esta fase es cuando el paciente va a ir viendo progresivamente los cambios más importantes de todo el proceso. o Seguimiento: en esta última fase, se distancian las sesiones de terapia de modo que tanto psicólogo como paciente van a asegurarse que las habilidades desarrolladas durante el tratamiento le resultan lo suficientemente eficaces como para afrontar el problema y resolverlo. Es cuando vemos que el paciente continua conservando la estabilidad emocional y se refuerza el mantenimiento de los logros.
Fracaso. Esa temida palabra que asusta a muchísimas personas, por no decir a la mayoría. Sobre todo por utilizarla mal…
El verbo fracasar, por definición, significa “salir mal una cosa, frustrarse, no obtener una persona el resultado que pretendía en una actividad.” ¿Y a quién no le ha salido alguna vez en su vida algo mal, se ha frustrado en su intento por conseguir un objetivo, o no ha conseguido el resultado que pretendía al iniciar una actividad?
Si mis cálculos no son erroneos, eso nos ha pasado a todos. O al menos a todos los que hemos iniciado algo en nuestra vida. Bien, entonces por definición, todos hemos fracasado alguna, o muchas veces en nuestra vida. Hasta aquí nos entendemos. Pero llega un momento en el que abrimos polémica. Por que al final el fracaso lo asociamos al rechazo social y es ahí donde más nos duele…lo que otros van a pensar de mí.
Parece entonces que todos no sólo fracasamos si no que tenemos derecho a ello. Pero cuándo se considera que he fracasado? Qué factores pueden influir en que consigamos o no el éxito?
– El número de intentos: lo he intentado el suficiente número de veces? cuál es ese número “mágico”?
– Las habilidades personales: tengo las habilidades adecuadas para aumentar la probabilidad de conseguir mi objetivo?
– Pedir ayuda: he conseguido rodearme del equipo técnico/humano necesario para que bajo su asesoramiento y/o entrenamiento y/o ayuda pueda alcanzar mi meta?
– Si no lo consigo a la primera…puedo intentarlo de nuevo?
– Ser realista: el objetivo que me he propuesto…tengo opciones de conseguirlo?
A todas estas variables, seguro que habría muchas más que añadir. Y todo esto no tiene la intención de hacerte pensar que si no reunes determinados factores no estás fracasando, evidentemente el fracaso es una realidad cotidiana. A la que conviene adaptarse y con la que viene bien convivir, pero para que nos ayude a crecer, a evolucionar, a madurar y siempre que esté en nuestras manos y nos interese…a seguir intentándolo. Pero cuidado cuando lo personalizamos tanto que nos consideramos unos fracasados y nos venimos abajo.
Por que al final…si no lo has intentado por miedo a fracasar… estás entrenándote en el peor de los fracasos.