Unos días sin mi móvil.


En esta ocasión os presento un hecho real, un relato «estremecedor» que nos podría ocurrir a cualquiera….

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EL DÍA EN QUE MI MÓVIL DECIDIÓ JUBILARSE EN NAVIDAD.

El pasado 22 de diciembre, estaba hablando por teléfono con mi pareja. Era pronto, aún no había empezado el sorteo de Navidad. Todo parecía ir como debía ir, era un buencomienzo de día.
Al colgar el teléfono, éste bailó entre mis manos y cayó. Estaba hablando junto a la barandilla de una escalera, con lo que vi cómo mi móvil caía tan lentamente como veía los datos del mismo subir hacia mí. Al llegar al suelo, unos cuatro metros más abajo, sólo se oyó un ruido seco, un poffff.
Al llegar parecía que sólo se había soltado la carcasa y la batería. Lo monté y vi que se encendía, parecía que iba bien, hasta que vi cómo se veía, o mejor, como NO se veía. La pantalla estaba intacta pero el líquido de dentro iba a su aire viéndose la gran parte de color negro y la otra multicolor a rayas, vamos que no se veía nada más que un par de centímetros de la pantalla.
Tras intentar recuperarlo, admití que ya no iba a poder usarlo. En realidad, vi que se podía usar “perfectamente”, solo había que tener un poco de paciencia y girar el móvil para ver la pantalla a trozos.
Claro está que podía ir a arreglar la pantalla. Busque por internet, del portátil que no del móvil claro, y vi que no era rentable pues se trataba de un móvil de ya dos años de antigüedad, claro ya era viejo.
Cuando decidí comprarme uno, me vi en la aborágine de las compras de navidad y no podía mirar uno que me fuera a resultar apropiado.
Tuve que decidir y pensé “si hasta hace algunos años vivíamos sin usar los datos e incluso sin móvil, que no podré superar yo, con lo hábil que soy”, “qué narices, un descanso de redes sociales me vendrá bien”.
A las doce horas, ya estaba buscando como ver a través de la pantalla rota, como si estuviera codificado, al estilo de las plataformas de TV que codifican la señal.
“Bueno”, me decía,” tampoco pasa nada”, pensaba hasta que llegó nochebuena y no paraba de sonar el móvil por la llegada de WhatsApp y correos que no podía ver, claro. Decidí enviar mail para decir a mis amigos que no tenía WhatsApp ni internet, en donde estaba no tenía acceso a internet. Mi sorpresa es que la gente contestaba a mis mails, no reaccionaban de forma adecuada a mi mensaje de “no puedo recibir a través de internet”.
A los que me interesaban realmente, los llamaba por teléfono o les enviaba un SMS de la otra línea que tengo, ésta sin datos. ¿Recordáis lo que es un SMS? Sí, son aquellos mensajes con los que empezamos a comunicarnos con los móviles, allí por los finales de los 90. Pero mucha gente ya ha perdido la costumbre de enviar SMS y envía WhatsApp esperando que los recibamos.
Lo que finalmente pasó es que estuve desconectado socialmente en unas navidades. No pude felicitar, como en los últimos años, a los “amigos”. No pude compartir en Facebook mi estado, ni en Twitter, ni decirles que estaba desconectado, ni publicar en Instagram ninguna foto, en definitiva, no pude comunicarles mi estado. Ellos pensaban que estaría de viaje y no me felicitaban o lo hacían por WhatsApp. Finalmente consiguieron entre unos y otros que me sintiera solo, que no tenía amigos, que era fóbico social, un antisocial, un paria de la sociedad, como cuando te decían, “¿pero no tienes WhatsApp?, ¿en qué siglo vives?”…
La sorpresa fue cuando me pude comprar un móvil nuevo (ya sin tanto trasiego de compras navideñas), envié un mail explicándolo a mis contactos y pidiendo que reenviaran mensajes importantes, pudiendo ver que la gente sí que me había felicitado y algunos se habían enfadado porque no les había contestado, pero no se habían extrañado.
¿Vivimos en una sociedad tan esclava de las redes sociales?
¿Podemos vivir sin móvil?
¿Hasta dónde vamos a llegar?
¿Quién pone el límite?
¿Soy un adicto a las redes sociales?
¿No sabemos que hacer sin el móvil en la mano?
¿Si nosotros no se lo vimos a nuestros padres y estamos así de enganchados, que les ocurrirá a nuestros hijos que nos ven continuamente con el móvil en la mano? ¿Les podremos exigir luego que no lo usen más que a horas determinadas?
Puedo seguir dependiendo de las redes sociales y no saber superarlo, o enfrentarme a estas adicciones para afrontarlo, y , para ello, mejor me busco un buen psicólogo que me eche un cable.

J.C.

Pues bien, espero que hayamos aprendido algo de esta historia, que de estremecedora tiene poco, pero mucho de real.

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Una respuesta a «»

  1. Interesante experiencia. En mi país los Sms siguen siendo vigentes. Todos los días recibo decenas con publicidad, notificaciones del gobierno y la policía. Aún es posible conocer gente sin whatsapp 🙂

    En general mi experiencia es que la gente en navidad manda mensajes en cadena por whatsapp, copiando a todos los contactos. Y muchos responden en cadena también, así que se pierde la cuenta de quién responde realmente y quién no. Ni he visto aún a nadie conocido enojarse. Quizá sean las diferencuas culturales.

    Un saludo.

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